Navego entre la niebla
Hacia la isla de madrugada
Que crece en mi vientre,
Transformando la clara bahía
En campos de tierra abonada
Que se puebla de frutos jugosos
Y senos maduros al caer el día.
Mi anexo de vida ajeno
Al oleaje externo a la albufera,
Y a las elevaciones del mioceno,
Acurrucado en la más placentera
Y humilde calma placentaria
Nos llena de realidad,
De sonrisas y de anhelos.
La presencia de nuevas tierras
Arrasa con el pasado
Arrodillado y encogido
Frente a la eternidad.
En la serena espera,
Mitosis cuaternaria,
Sangre acelerada y
Hormonas alteradas
Para repetir el milagro
De la existencia.
Junto a mi, el continente sereno
Observa como emergen
De las aguas pélvicas
Las islas vírgenes y fecundas
Para perpetuar la especie
De seres confusos y babélicos.
La emoción explota
En nuestros nervios trigéminos
Abriendo las fuentes acuáticas
De nuestras glándulas
Y haciéndonos olvidar
Que también somos Atlántidas.
El horizonte aún está lejano,
Nos quedan días de grandeza,
De preocupaciones y alegrías,
La suerte de teneros a mi lado,
Y la bendición inmerecida
De este amor tan fuerte.
Nos quedan oscuras y frías
Las noches de deseo y pasión
En el borde de un acantilado
Y el irracional consuelo
De saber ante la muerte,
Que cuando nos hayamos ido
Algo nuestro habrá quedado.