22 nov 2012

Amaia Egaña


Hay adicciones que no matan a sus adeptos,
Sino a las pobres víctimas de un desespero
Provocado por las injustas leyes que protegen
A los adictos a coleccionar poder y dinero.

Hay conflictos que se enfrentan a guerreros
Sin fuerzas para luchar, y con una derrota anunciada
Por el silencio que antecede a ese segundo decisivo,
En el que se salta al vacío y la rabia que desgarra el alma
Nos permite escuchar la voz de una mujer desahuciada.

Siempre se llega demasiado tarde para evitar una muerte,
Y aunque tengamos nuestros propios Tokyo Blues en el pasado,
No hay suerte que nos libere de otro Norwegian Wood cercano
Despedazándonos por dentro, con su grito mudo y alienado.

Como duele ser testigos de vidas inacabadas
Y saber que cada día hay muertes a las que ni ponemos caras.
Como duele tener grabada en la retina la imagen de una cuchilla,
De una soga, de un salto y de una bala.
Como duele pensar que un segundo de indefensión sumado
a décadas de ilusoria democracia podría separarnos de la vida.
Cómo duele pensar en las palabras escritas que ni se leerán,
En los sueños y esperanzas que en la distancia se desvanecerán.
Como duele presentarnos justo a la hora de la despedida
Para pedir disculpas por llegar demasiado tarde,
Cuando, aunque lloremos y luchemos, los muertos ya no volverán.

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