22 mar 2011

Olvidé que también somos Atlántidas

Navego entre la niebla
Hacia la isla de madrugada
Que crece en mi vientre,
Transformando la clara bahía
En campos de tierra abonada
Que se puebla de frutos jugosos
Y senos maduros al caer el día.

Mi anexo de vida ajeno
Al oleaje externo a la albufera,
Y a las elevaciones del mioceno,
Acurrucado en la más placentera
Y humilde calma placentaria
Nos llena de realidad,
De sonrisas y de anhelos.

La presencia de nuevas tierras
Arrasa con el pasado
Arrodillado y encogido
Frente a la eternidad.
En la serena espera,
Mitosis cuaternaria,
Sangre acelerada y
Hormonas alteradas
Para repetir el milagro
De la existencia.

Junto a mi, el continente sereno
Observa como emergen
De las aguas pélvicas
Las islas vírgenes y fecundas
Para perpetuar la especie
De seres confusos y babélicos.
La emoción explota
En nuestros nervios trigéminos
Abriendo las fuentes acuáticas
De nuestras glándulas
Y haciéndonos olvidar
Que también somos Atlántidas.

El horizonte aún está lejano,
Nos quedan días de grandeza,
De preocupaciones y alegrías,
La suerte de teneros a mi lado,
Y la bendición inmerecida
De este amor tan fuerte.
Nos quedan oscuras y frías
Las noches de deseo y pasión
En el borde de un acantilado
Y el irracional consuelo
De saber ante la muerte,
Que cuando nos hayamos ido
Algo nuestro habrá quedado.