20 oct 2009

La iconoclasta del amor 2

En el seno
De los paralelos indecibles,
Perdida en los límites indefinidos
De las funciones del coseno,
Asomada en el precipicio
Del conocimiento ajeno,
De entre las aguas de la pleamar,
Emerge una pequeña iconoclasta
Que no sabe si saltar.
Piensa, no decide,
Se cuestiona, contrasta,
Razona, suma y divide
Analiza y no resuelve.
Pero no es el salto,
Es la adrenalina que sube
Al subir tan alto.
Pero no es el momento,
Es el instante previo
En el que todo se adivina.
Emergente, indefinida,
Ajena, impredecible.
En la niebla matutina
Los límites también son indecibles.

15 oct 2009

Nubes altas, bajamar



En casa de mi vecino
hay un árbol lleno de limas.
Limas verdes junto al mar,
ahora que el frío avecina.
Limas frescas, jugosas,
nubes altas, bajamar,
poco dulces, deliciosas.
Casi me atrevo a arrimar
mi mano a la fruta fresca.
Casi llego a intimar
con la sombra gigantesca,
en el patio manuelino
de la casa pintoresca,
del árbol de mi vecino.
Limas verdes, soledad
cuando la tarde refresca.
Limas verdes, brevedad
de la explosión complaciente
del zumo verde en la boca.
Las olí, las deseé impaciente
las tuve donde desemboca
todo lo que evoca
una adicción reincidente.
Después llegó un desconocido,
alguien que soñaba con navegar,
pasó despacio y desapercibido
salió del coche, nadie lo vio pasar.
Estiró la mano silenciosa
y al caer la noche
se comió la más jugosa.

14 oct 2009

Piratas 2

Y también hay sirenas que nos convierten en piratas

12 oct 2009

Piratas

Al final sí que existen piratas que nos convierten en sirenas.

LAS HORAS

en un lugar de la historia
están las horas que desaparecen
las palabras que se esconden
las mayúsculas perdidas
y los idiomas que se olvidan

en un lugar de la vida
están las horas que no sirven de nada
los momentos que no se miden
los recuerdos que se imaginan
y los besos que no se piden

en un lugar de la existencia
están las comas que se marcharon
las fiestas que sólo se prepararon
la resistencia perdida
y la falta de tu presencia

en un lugar de la esencia
están el tuétano aletargado
la saliva condensada
las caderas estáticas
las punzadas en el oído
el corazón retrasado
y el puntero parado
de un reloj que no quiere latir

en un lugar de la inmanencia
están las horas que todo lo cambian
los puntos que huyeron
para quedarnos igual
para seguir siendo los mismos
con el punzante dolor
de lo que hemos perdido

Comienza la guardia

Comienza la guardia.
Registro los valores en el cuaderno de máquinas.
No veo el mar, ni el cielo.
Admiro acuarelas de Carl Larsson
al ver a mi familia en mis recuerdos.
Ajusto los controles para alcanzar el régimen de marcha deseado.
Me imagino sus manos manejando el sextante,
jugando a posicionarse con las estrellas que yo no veo.
Me sumerjo en un mar de ruidos y vibraciones
que me aíslan del mundo.
No oigo el golpe con una válvula
de mi alianza, pero lo siento,
y ajusto con el pulgar,
mi cordón umbilical que me une a tierra,
llevándolo hacia atrás en el meñique.
Reviso las calderas y los compresores de aire.
Verifico los respetos,
podría reparar cualquier cosa,
pero la máquina funciona y la noche se hace larga.
Imagino el viento salado en su cara
y una tenue sonrisa,
bañada con luz de luna,
cada vez que altera un rumbo de colisión,
para que yo, nueve cubiertas más abajo,
cegado por el rojo blanco del wolframio,
pase del régimen de mar al de maniobra.
Solo con el cárter,
las bielas, los cojinetes y los pistones
Solo con mis pensamientos,
con mi soledad,
Solo con mi sexo duro y mis cojones.
Esperando a que acabe la guardia,
para correr saltando los escalones
y llegar a su camarote.
Para besar su piel desnuda
y olvidar el ruido, las vibraciones,
las averías, la soledad,
las bielas, las válvulas, los pistones.
Para ver a través de sus ojos
lo que no vieron los míos.
Para naufragar en sus deseos,
y sentir la vida bien fuerte, ahora y dentro,
Mientras penetro al ser de mis sueños
que nunca me dirá te amo
porque sólo soy
el jefe de máquinas
de un barco como tantos.

Quejidos equinos en el equinoccio quejumbroso de un otoño que empieza

El caballo empuja la carroza que tiene que llegar a la cima,
Pero las ruedas resbalan en la calzada fangosa
De una tarde lluviosa de principios de otoño.
Solloza el camino empedrado,
Se desprenden y saltan las piedras,
A cada minuto de retraso
Se destroza el sueño de quien espera
Que la carroza llegue a la cumbre.
La ronda se estrecha, se esconde, huye y se eleva.
Mansedumbre salvaje,
Servidumbre servida,
Pesadumbre encogida,
Viaje en el carruaje de costumbre.
El caballo sigue empujando la carroza para llegar a la cima.
Y mientras más se aproxima, mayor la incertidumbre
De que al final lo consiga.
Miembros rotos, sangre en la tierra, tierra en los miembros.
Quejidos equinos en el equinoccio quejumbroso
De un otoño que empieza, de otro año que acaba
Por los suelos la carga,
Por los suelos los sueños
De aquellos que nunca engañan.

Picante

Besarse después de comer picante es como bailar desnudos bajo el mar

La iconoclasta del amor

Su heterodoxia la había alejado de los suspiros
llenando su vida de gemidos vacíos.
Cuando, por descuido, huyó de su credo,
se perdió en los ojos de su último amante.
En tan solo un instante deshizo el enredo
fingiendo cerrar la puerta blindada al salir.
Perdió la mirada y la razón después de partir
Y con el paso de los perennes días impasibles
la estaticidad de sus caderas aceleró su corazón.
Sus besos heréticos se habían secado,
La iconoclasta del amor se había enamorado.

Embajadores

Somos embajadores de todo aquello que nos define

11 oct 2009

Poliamores

Aunque los griegos politónicos
Mediante funciones cuadráticas
Ya resolvieron los polinomios
De los amores platónicos,
El pequeño dodecaedro estrellado
Oculta en sus estrechas concavidades
A un gran polígamo poliédrico,
que se escapa de fórmulas generales
por superar el quinto grado.


Los polifónicos textos de Dostoyevski,
A través del ADN
De cada uno de los personajes,
Del polinucleótido vital,
Polímero irrepetible
Que los hace diferentes,
Muestran las poliangulares perspectivas
Posibles para un mismo hecho.


Cohabitando bajo un mismo techo.
Los políglotas no son herméticos.
Los poliamores no son imposibles.
Los amores son polifacéticos.

El Río Negro y su amante Amazonas

El Río Negro y su amante Amazonas
en un pastel de mármol
unen carícias, miradas, aromas.
El frío Báltico y el Mar del Norte
alejados de sus consortes
en una danza de olas
fingiendo estar a solas
se mezclan y golpean,
se salpican feroces,
bailando desnudas las aguas
se besan veloces.
Las montañas de Geiranger
se reflejan inversas
en las aguas que ocultan
sus opuestos valles.
Las montañas inmersas
desesperadas se elevan
huyendo de las medusas.
En latitudes nulas
con la temperatura y humedad oportunas,
en una placentera inmensidad
el cielo y el mar se funden,
en una explosión de claridad
el cielo y el mar se confunden,
ardientes deseos finalmente se hunden
en una meridional garganta profunda,
cuando el rayo verde,
¡Sí, el rayo verde! todo lo inunda.